jueves, 20 de septiembre de 2007

Moluscos invasores llegaron para quedarse.

El problema de las especies exóticas ha sido poco difundido, pero es identificado por expertos como uno de los mayores riesgos para los cuerpos de agua continentales y los océanos.

MONTEVIDEO.- Pequeños moluscos exóticos llegados desde Asia y África a la sudamericana cuenca del Río de la Plata desplazan a especies locales, se multiplican por millones, obstruyen redes de agua potable, dificultan la navegación y dañan sistemas hidroeléctricos. Son imposibles de erradicar, advierten los expertos. Estas especies viajan como larvas en las aguas de lastre, cargadas por los buques en sus puertos de partida para ganar peso y mejorar la estabilidad, y descargadas cuando llegan a zonas poco profundas, como el Río de la Plata. También llegan como ejemplares adultos, adheridos a cascos, cadenas y quillas. Así introducidos, estos organismos desplazan a especies autóctonas y modifican las condiciones ambientales, alerta un estudio realizado por especialistas del Museo Argentino de Ciencias Naturales, el Museo de La Plata, la Universidad de Mar del Plata y el Instituto Argentino de Oceanografía.
Adulto de Limnoperna fortunei
Sin enemigos naturales (predadores o competidores por los recursos) y con gran capacidad para adaptarse a nuevas condiciones, se expanden rápidamente. En pocos años, remontaron hacia el norte los ríos de la cuenca, como el Uruguay y el Paraná, hasta llegar a Brasil y Paraguay, y se extendieron hacia el sur por la costa atlántica argentina. Su erradicación es “absolutamente imposible”, dijo a Tierramérica el biólogo marino argentino Pablo Penchaszadeh, responsable de la investigación que forma parte del Proyecto de Protección Ambiental del Río de la Plata y su Frente Marítimo (Freplata), una iniciativa conjunta argentino-uruguaya con apoyo internacional.
El más dañino es el mejillón dorado o Limnoperna fortunei, un bivalvo de agua dulce procedente de China y el sudeste de Asia, que no suele explotarse para consumo humano porque mide apenas de 10 a 25 milímetros. “Desde su primera detección en Argentina, en 1991, avanzó casi 250 kilómetros por año y se ha convertido en una verdadera peste”, dijo Penchaszadeh. El mejillón dorado se reproduce a un ritmo alarmante, pues cada hembra pone miles de larvas. Por su capacidad de adherirse a cualquier superficie dura, forma colonias que obstruyen por completo tuberías, filtros y canales de riego. En 1996, el mejillón invadió los ríos Paraná y Paraguay, en 1999 llegó a la cuenca del río Guaíba, en Brasil, y en 2001 apareció en el río Uruguay. En apenas cuatro años su densidad pasó de cuatro o cinco individuos por metro cuadrado a más de 150 mil ejemplares por metro cuadrado.
A medida que el mejillón ocupa espacios, modifica la fauna local, desplazando especies nativas de moluscos. Antes de la llegada del mejillón dorado al balneario argentino Bagliardi, sobre el Río de la Plata, eran comunes allí tres especies de caracoles (Heleobia piscium, Chilina fluminea y Gundlachia concéntrica). Pero tras la aparición del molusco invasor, las dos últimas sólo se ven accidentalmente, según el investigador Gustavo Darrigran, quien detectó a la limnoperna en 1991. La invasión llegó a afectar el abastecimiento de la planta potabilizadora de Obras Sanitarias del Estado (OSE) en Aguas Corrientes, sur de Uruguay. El bivalvo está instalado en todas las represas hidroeléctricas de la región del Mercosur (integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) como Salto Grande, sobre el río Uruguay, e Itaipú y Yaciretá, en el río Paraná. Por él se han reforzado las tareas de mantenimiento y limpieza para prevenir un colapso general de los sistemas. La Corbicula fluminea, una almeja procedente de Turquía, Japón, Indonesia, Australia y Africa, vive enterrada en la arena y también obstruye cañerías y canales de riego, aunque sin fijarse en ellos. Como la almeja es acumuladora de sustancias tóxicas, puede tener efectos nocivos en la salud de la población, pues sirve de alimento a peces de consumo humano. Otros invasores son cierto tipo de poliquetos, gusanos que viven dentro de pequeños tubos muy cortantes y crecen en colonias hasta formar arrecifes, que en Brasil llegan a medir hasta un kilómetro y pueden provocar serios problemas al buceo. La velocidad de reproducción y la ausencia de medidas preventivas hacen de las especies invasoras un problema explosivo.
El Freplata propone establecer un sistema para controlar el agua de lastre de los barcos antes de que sea volcada al río. Para salir del paso, las autoridades aplican biocidas específicos o utilizan pinturas repelentes, pero todas estas sustancias son contaminantes. Una medida inocua, pero poco práctica, es extraer del agua colonias enteras de moluscos. “Apuntamos a la prevención de invasiones de nueva fauna y a que los métodos utilizados para el control de los organismos ya instalados no resulten más perjudiciales que los propios invasores”, explicó Penchaszadeh, que integra el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina. Los gobiernos no cuentan con estudios sobre los perjuicios económicos y la población desconoce el fenómeno, aunque “el costo de mantenimiento y limpieza de las instalaciones se refleja en las tarifas de los servicios” de agua o electricidad, señaló a Tierramérica el especialista en asuntos económicos y sociales del Freplata, Hugo Roche. “La globalización de la economía hace de las especies invasoras un fenómeno mundial. Para los especialistas es una de las cuatro grandes amenazas a los cuerpos de agua continentales y los océanos, junto con las fuentes terrestres de contaminación, la sobreexplotación de recursos pesqueros y la alteración o destrucción de hábitat”.
La Organización Marítima Internacional cuenta con un programa específico para ayudar a los países en desarrollo a reducir la transferencia de organismos nocivos a través de las aguas de balasto de los barcos.

Autora: María Laura Mazza.
Origen: Tierramérica.

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